(Des)Estimado
jefe de gobierno, Mauricio Macri, o presidenta de la nación, Cristina
Fernández, o quién carajo sea,
Me dirijo a ustedes por esta vía
para hacerles saber mi acrecentado enojo. Como un trabajador más de la ciudad
de Buenos Aires, como un laburante, como alguien que necesita del pan de cada
día para mantener a su familia, para darle de comer a sus pequeños. Porque yo,
como varios otros, tengo que salir cada mañana a buscar la moneda (o el
billete, en tiempos de inflación) para poder llegar a mi casa por las noches
con algo entre las manos. Tengo muchos gastos, señores gobernantes. Y no puedo
perder el tiempo. Tengo gente que mantener. Mi mujer, mis dos hijos pequeños de
3 y 6, mi suegra, y mi amante Virginia, que si me permiten la aclaración les
comento que tiene algún que otro caprichito para nada económico, y que virgen,
ahora que me pongo a pensar en ella y el nombre que su mamá le dio…bueno,
virgen no es.
Estoy
harto, señores gobernantes, cual sea que esté a cargo del subte, de que se metan
con mi laburo, con mi fuente de ingreso. Con el trabajo no se jode. Y no me gustan
las alternativas que me quedan ahora, en el décimo día de paro. ¡Décimo, gente!
¡Décimo! ¿Cómo se supone que tengo que laburar? Yo vivo en el subte. Tanto a la
mañana, como a la tardecita noche. ¡Y ahora no tengo nada! Tengo que recurrir
al puto colectivo o al siempre demorado tren. Y no me gusta. Me dan miedo. Me
persigo. Yo quiero mi subte. Lo extraño. Lo necesito. No quiero tener que
adaptarme, cosa que, sin duda, me han obligado a hacer.
Y es que me
encanta ese hedor exquisito que hay bajo tierra, esa sensación semi
claustrofóbica de encierre que tanta seguridad me da. El anonimato. El pasar
desapercibido, perfil bajo. Y me gusta aún más en las horas pico, con la gente,
la muchedumbre, el amontonamiento, el empujar para entrar antes que las puertas
te agarren, y, por sobre todas las cosas lindas del subte, el quedarse pegado inmediatamente
detrás de la minita que está bastante buena, bien apretujado, oliendo su perfume
caro por sobre su nuca, del cual claramente desconozco todo, salvo que es caro.
¿Quién dijo que viajamos como vacas? Las vacas no huelen así de rico.
Me encanta
la gente de mal humor, la gente que la pasa mal, que no ve la hora de bajarse
del subte. Ellos, cansados, dormidos, con caras largas, abstraídos en sus
tecnologías, me ponen contento. Éstos últimos, más que más. Porque yo estoy
feliz. Porque yo estoy en mi ámbito, en mi segundo hogar. Y me dejan laburar
tranquilo. Casi que ni me ven.
Todo bien
con el gobierno. Ustedes hacen lo suyo, y yo hago lo mío. Pero arreglen esto
del paro, que bastante preocupado me tiene. Los chicos a veces se quedan con
hambre, y Virginia ya se me está empezando a quejar. No tengo plata para comprarle
regalos. Y eso está mal. Apenas me alcanza para mí y mis necesidades.
Se los digo
una vez más: no se metan con mi laburo. El colectivo no es lo peor del mundo,
tampoco, pero yo prefiero el subte. Yo hace once años que trabajo ahí y ahora
me quieren mandar para las líneas sobre tierra. No soy un camaleón, señores
gobernantes. No me adapto fácilmente. Yo vivo abajo.
Y créanme,
señores gobernantes, que no soy el único que se queja. Al único que perjudican.
Hay varios como yo, todos laburantes, que estamos en la misma. Somos como quinientos,
que ahora tenemos que andar de colectivo en colectivo o incluso, si el día es
malo malo, usar esa cosa que tan poco me gusta : el tren. Esa copia barata.
Sueño con
algún día formar un sindicato para aquellos que trabajan de lo mío. Para poder
hacerles huelga cuándo menos se lo esperan. Y ahí van a ver lo que se siente,
ustedes malditos desinteresados. Por ahora somos quinientos, pero ya vamos a llegar.
Para
despedirme, les recuerdo una vez más que estoy muy enojado y afectado por esta
situación. Resuélvanlo cuanto antes, ¡y dejen a la gente laburar tranquila!
Ahora me
voy, que le prometí a Virginia que la llevaba a comer afuera y me acabo de
hacer 250 mangos de una billetera de un rubio trajeado en el 152. Mariano
Mendiry dice el documento que se llama. Con una cara de boludo bárbaro,
Marianito. Te aseguro que te vas a dejar de joder con los mensajitos de
texto para la próxima.
Atte., Humberto Rodriguez, punga fiel y nada adaptable de los subterráneos de la ciudad de Buenos Aires.
Pd. El
hecho de que hoy, justo hoy, haya sido un buen día no quita nada de lo que
dije.
¡¡SOLUCIONES YA, MANGA DE LADRONES!!